
Hace unos años, conocí a una compañera de estudios a la que por motivos de privacidad llamaré Lizzy que me contó que estaba esperando a un novio que se había ido a España con la promesa de regresar por ella. Ya habían pasado muchos meses casi un año y ella se sentía muy ansiosa, decía que no quería llegar a vieja esperando sin saber si él volvería a buscarla, se había propuesto conservar el mismo número de teléfono para no perder el contacto con él. Habían hablado por teléfono pocas veces desde que él emprendió su viaje, y la señal no era muy buena por lo que no podían casi escucharse el uno al otro. En medio de esa difícil situación en la que Lizzy no tenia la libertad de hablar con el ser amado ni escuchar su voz, fue conociendo a otros chicos que estaban interesados en salir con ella. Siendo una joven de unos 18-19 años muy atractiva era de esperarse que más de uno quisiera acercase a ella y conocerla. Un buen día conoció a un apuesto joven que le gustó y decidió darse una oportunidad, hacia muchos meses que no había recibido llamada alguna de aquel amor al cual no olvidaba y había esperado por casi dos años. El tiempo siguió transcurriendo entre trabajos diarios, ir a la universidad, y caminando por la vida con este nuevo enamorado y Lizzy cambió su número de teléfono cerrándose así a toda posibilidad presente o futura de volver a ver a aquel amor a la distancia que se tomó mucho tiempo en cumplir su promesa y ella ya no estuvo dispuesta a esperarlo más.
Al ver esta historia que puedo decir que viví de cerca y tuvo tan triste final, sin duda me siento muy afortunada de que alguien que me amaba y a quien dejé esperando en un viaje al que salí, no se dio por vencido y me esperó por más de 20 años. Cuando volví ya no era la misma niña que se había ido, ya no conservaba la carita inocente, mi voz había cambiado, era más aguda, mi personalidad y mi carácter se habían vuelto solidos e imponentes, tenía muchas deudas y multas por pagar porque había desobedecido muchas leyes de aquel país, mi vida corría peligro, enemigos me perseguían, no creía en cualquiera. Un Domingo por la noche volví a buscarlo al mismo lugar donde un día lo dejé esperándome y él me recibió sonriente y lleno de amor, no hizo preguntas, ni acusaciones, solo me abrazó por mucho tiempo como reponiendo cada abrazo que la vida y la distancia nos habían robado. Seguía siendo el mismo, pareciera que el tiempo para él no hubiera pasado, nunca me había sentido más amada y más feliz que esa noche cuando lo encontré. Él fue a la corte para pagar cada una de mis deudas, multas e infracciones. Abogó para que yo fuera perdonada y por primera vez fui una mujer libre. Mis enemigos tuvieron que retroceder al percatarse que ya no estaba sola. Desde entonces, ha habido muchas tormentas y circunstancias adversas, como también momentos dulces, innumerables primaveras, y todas las estaciones, hemos vivido juntos sin habernos separado ni un solo instante. Mi amado que me esperó de quien soy y con quien estoy hasta hoy se llama Jesucristo el Hijo de Dios. Si tu vienes a él también serás amado(a), abrazado(a) y perdonado(a) por él. “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que viene a mí, de ningún modo lo echaré fuera”. Jesús en sus propias palabras en Juan 6:37.
Si deseas conocer a Jesús, haz esta oración conmigo:
Padre celestial, te pido perdón por mis pecados, me arrepiento de todo corazón, creo que Jesucristo es el Hijo de Dios, que él murió por mis pecados y resucitó al tercer día, y pido que me recibas como tu hijo(a) y me hagas libre del temor a la Muerte, y abrazar tu promesa de vida y salvación eterna para todo mi ser en ti, porque tú me amas y me aceptas y mi valor y mi vida vienen de ti y del precio que pagaste por mi en la cruz. Hazme una nueva criatura y llena mi vida de ti y de tu amor, en el nombre de Jesucristo, amen.
Si has hecho esta oración y necesitas más información, escríbenos al info@amandolavida.net
